Conocí la beca gracias a una de mis mejores amigas, arquitecta de la UNNE, que siempre estuvo interesada en las posibilidades de movilidad internacional así que sabía mucho del tema, aplicó y quedó. Para ser honesta, yo nunca había pensado en la posibilidad de viajar al exterior porque creía que las oportunidades eran solo para estudiantes de grado, mi facultad siempre tuvo muchos intercambios de grado con Alemania, era lo más difundido. Así que esta historia de posgrado me generó intriga, pero quedó en el tintero. Unos años más tarde, estaba en una encrucijada laboral, estaba muy cómoda en mi trabajo en la industria, pero me sentía un poco estancada y con ganas de un cambio. Fue ahí cuando empecé a averiguar más seriamente sobre el tema.
A principios de 2019 se abrió la convocatoria y me animé a presentarme. Tenía una idea muy clara sobre a donde quería apuntar con mi especialización, inspirada justamente en lo que sentía que me estaba estancando en el trabajo. Así que escribir mi motivación fue bastante sencillo, y afortunadamente tenía un examen de inglés de los que son aceptados aún válido. Lo más desafiante fue por una cuestión de tiempo, pero me sentí acompañada por mucha gente que estaba feliz de apoyarme en este camino. Lo demás fue solo juntar papeles y lo resolví bastante rápido. Si bien me tenía fe, recién en junio cuando me caí en lo que estaba pasando. El cambio que estaba esperando llegaba de una manera súper radical.
El proceso que siguió fue muy largo y ciertamente estresante, juntar más papeles (rezar para que mi título llegue a tiempo!), rendir los exámenes estandarizados, elegir universidades, y aplicar a ellas. Y luego, la espera. Y luego, decidir. Para entonces ya era marzo 2020.
Después, lo impensable. Una pandemia. No entraré en detalles, pero sí les puedo contar que fue mucha incertidumbre. Realmente pude pasarla sin grandes porque me convencí a mí misma de que lo que ocurriera sería lo mejor, y también que todo al final se soluciona. Puede sonar trillado, pero realmente es importante aprender a dejar fluir lo que no podemos controlar. Ese mantra permitió que atraviese una situación caótica sin mayores dificultades.
El primer semestre, agosto a diciembre de 2020, lo cursé virtualmente desde Argentina. Creo que esto ayudó a acoplarme a un sistema educativo muy distinto al que nosotros estamos acostumbrados en Argentina. Enfrenté los desafíos sintiéndome al menos en mi zona de confort y muy acompañada. La experiencia igualmente fue alucinante. Desde casa podía acceder a información, recursos y redes de contactos que jamás hubiese imaginado. Participé de disertaciones con grandes figuras del ámbito corporativo y académico y pude expandir los límites de mi comunicación en otro idioma, no sin desafíos, pero con resultados fantásticos.
Finalmente, en enero de 2021 pude viajar. Ahora empezarían otros desafíos respecto a la vida en general: el viaje mismo, llegar a la ciudad, instalarme en una nueva casa con gente que solo conocía de manera virtual, abrir cuentas en banco, comprar línea de teléfono, amoblar una habitación, etc. Pero, sin dudas, lo más difícil fue enfrentarme al invierno de Nueva Inglaterra. Temperaturas de -20*C, paredes de nieve de un metro, noche cerrada a las 5 de la tarde, algo que jamás en mi vida había experimentado. Ese fue uno de los desafíos más grandes. También fue desafiante acostumbrarme a nuevas maneras de vivir: cenar a las 7 pm, salir a pasear un sábado a la noche y que todo termine a la 1 como muy tarde, que el tren salga a horario (las veces que tuve que correr para alcanzarlo!).
Desde que estoy acá, de lo académico solo puedo agregar, además de la experiencia abrumadora y a la vez genial de contenido académico, es la calidad de la infraestructura en general: edificios, equipamiento, soporte informático, etc. Y también, el sentimiento de pertenencia acérrimo a la Universidad de alumnos, profesores y exalumnos.
Sí me parece necesario, para terminar, ser franca respecto a algunas cuestiones que tal vez no tenemos en cuenta con la adrenalina y el entusiasmo del proceso de aplicación: no siempre es fácil estar lejos. La diferencia cultural se siente, la distancia con los afectos a veces es difícil de soportar. Por eso es muy importante crearse una red de contención en el lugar y no aislarse, por más desafiante que parezcan las interacciones. Es parte del crecimiento con esta experiencia. Pero, tranquilos, que el balance es claramente positivo!! La ganancia está, además del título de magíster, en el crecimiento personal: dar el primer paso, demostrarse a uno mismo que puede enfrentar lo que sea necesario, autoconocerse (lo que queremos y lo que no queremos!), y la confianza que uno gana.
Sin dudas es una experiencia que te cambia la vida.